La agresión redirigida es un fenómeno peculiar que consiste en que un
gato enfadado o estresado por algo o alguien no ataca a la persona o a el
animal que es la causa de su enfado sino que redirige su agresión hacia su dueño. La tensión debida al enfado del gato puede ser retenida un largo rato y solo ataca más tarde.
La
victima del ataque del gato no tiene nada que ver con su enfado, pero
luego puede que al volver a ver a su víctima el gato se acuerde de su
enfado y vuelva a atacarla.
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